Con este blog se pretende tener un contacto sincero con Dios y los hermanos. Daros puntos de reflexión, oración e información. Un vehículo humilde de extensión de nuestra fe, a la vez que un modo de conocernos mejor y acercar nuestras parroquias a vuestros hogares, a vuestra vida. Este blog interparroquial está abierto a todos vosotros, con el único fin de crecer en el seguimiento de Jesús.

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ENTRADAS



Recuerdos de nuestra Parroquia

Coincidiendo con los últimos coletazos de la Semana Santa, pero también con los más importantes, con la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, nuestro vecino en la distancia, Don Luis Torti, nos ha aportado dos relatos ya publicados en su blog "Recuerdos de San Andrés" en febrero de 2011. Agradeciendo una vez más sus aportaciones a este blog parroquial pasamos a reproducirlos:

Las Campanas


La iglesia de San Andrés, no estaba interiormente como es ahora. Entre la entrada a la sala donde está la pila bautismal, donde fui bautizado, hasta un par de metros antes de la entrada a la sacristía donde hay un arco de piedra volcánica roja y a los dos lados del recinto, de la anchura que hace la pared hasta el borde del arco, habían dos altares de unos dos metros de largo con una hornacina, de casi igual medida, sobre un escalón de uno 40- 50 cms de alto con espacio suficiente para el sacerdote recorrer el altar sin caerse. Estos dos altares, junto con el escalón, que servía de asiento cuando la misa se celebraba en el altar frontal como era lo habitual, hacia un estrechamiento en la nave rectangular que era la iglesia, formando un pasillo de un metro y medio aproximadamente, teniendo que subir el escalón para acceder al altar y la sacristía.
Una vez salvado, quedaba un espacio de unos dos metros, hasta un metro delante del altar principal, también elevado unos 20cms. En esos dos metros, se colocaban las andas con las imágenes que saldrían en procesión. Centrado ante el altar mayor, estaban colocados dos reclinatorios para los que iban a tomar la comunión, que se hacia arrodillados. Una de las hornacinas de los altares laterales protegía con un puerta de cristal, la preciosa imagen vestida de la Virgen del Carmen y en la otra, siento no recordar con seguridad que imagen o cuadro conservaba. Creo que era la Virgen María que sale de procesión. 

Recuerdo especialmente un año que la misa del Sábado de Gloria, se iniciaba en un altar lateral y no en el frontal de plata repujado. El porqué de este cambio creo era estar, en ese altar, el “Monumento”, llamado así, porque era el lugar profusamente adornado de flores y velas, donde estaba la Custodia que encerraba el Cuerpo de Cristo simbólicamente “preso “ desde el Jueves Santo, cubierto por un crespón morado. El altar estaba preparado para el inicio de la misa de Gloria donde se produciría el momento solemne de la Resurrección de Jesús. 
La Misa, por su gran importancia y solemnidad, era cantada y ayudada por los tres monaguillos que reitero, éramos los tres hermanos. Para el momento en que de nuevo repicarían las campanas, hasta entonces silenciadas, habían preparadas las dos campanillas que habitualmente se utilizaban en todas las misas durante la Consagración, pero en esta ocasión especial, para realzar más el efecto sonoro, se usaba una de gran tamaño. Esta más grande, por lo pesada que era, la usaba mi hermano Rafael; la mediana, también pesando lo suyo, le tocaba a Andrés, y lógicamente, la más pequeña, para mí. Las campanas del campanario estaban a cargo ese día, de Manolo Yánes, que sería avisado desde el Baptisterio, por Pedrito, que vivía en la plaza de la iglesia, en la primera casa donde se iniciaba la calle Belza y hacia esquina con la calle Guillen. Creo era hijo de Carmita Jimenez hija de la sra. Gloria o de alguien de la familia. Todo a punto para la ceremonia, salimos de la sacristía en el orden habitual, yo primero, seguido de Andrés, Rafael y don Ignacio el cura, hacia el altar lateral. 
Iniciaba la ceremonia los Kyries cantados con gran solemnidad por el coro y ya acabando el tercer Kyrie, Rafael q. e. p. d. distribuye las campanillas entre nosotros , dándome, ante mi sorpresa y espanto…¡¡la más grande!! No tuve tiempo ni para protestar porque el sacerdote cantaba ..-¡Gloria in excelsis Deo! Instintivamente comenzamos a tocar las campanillas, campanas, órgano, coro mientras el sacerdote destapaba del morado crespón, la Custodia, mostrándola a los fieles como muestra de alegría y gozo por la Resurrección del Señor. En los primeros momentos, yo manejaba la ”gran campana,” aunque con dificultad, con cierta energía, pero el toque continuo durante la bendición y el traslado de la Cutodia hacia el altar mayor, prolongaba el repiqueteo de las campanas y ya,… ¡ni con las dos manos!, apenas si podía mover el grueso badajo. Con gran esfuerzo caminaba casi arrastrando la pesada campana, pero no dejaba de moverla, hasta llegar el momento que, ya exhausto, no pude levantarla del suelo. Ni que decir tiene que todo el mundo se partía de risa viendo la gran ”putada” que me habían hecho mis queridos hermanos y yo, enfadado, disgustado y agotado, acabé con unas agujetas en los brazos, que me duró varios días.



La Matraca

El miércoles de ceniza comenzaba la cuaresma con la imposición de la ceniza en la frente por parte del sacerdote. Mientras hacía con ella la señal de la cruz, decía: – “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás.” 
Era costumbre, durante la cuaresma, en todas las iglesias españolas, cubrir con crespones negros o morados, todas la imágenes y durante ese periodo penitencial preparativo a la Semana Santa, los miércoles y viernes, se hacía ayuno y abstinencia. El ayuno consistía en hacer solo una comida abundante al día, y por la noche, “colación”, es decir, una cena muy frugal. y la abstinencia, prohibía comer carne o caldo de carne. Solo los mayores, enfermos y niños menores de catorce años, estaban exentos de estos preceptos…..bueno…, y todos aquellos que tenían medios para comprar la bula que el Vaticano publicaba y por unas cuantas pesetas, permitía pasar por alto los ayunos y abstinencias.
En aquellos años guardar la abstinencia no era demasiado difícil, pues comer carne no era muy asequible para muchas familias y en San Andrés, pueblo pescador por excelencia, teníamos magníficos sustitutivos: las viejas, chernes, bogas, chicharros, sardinas , tollos, etc,… con un buen mojo picón y una “pella” de gofio amasado, después de un buen potaje de berros o de “garbanzas,” ¡ya podían venir cuaresmas!
Con la bendición de las palmas, el Domingo de Ramos, se iniciaba la Semana Santa y hasta el Miércoles Santo, el uso de las campanas era como siempre, pero a partir del Jueves Santo, desde el momento del “ Gloria”, todos las campanas de España se quedaban mudas, según una tradición muy antigua cuyo significado era guardar luto por la muerte de Jesús. Desde ese momento, todos los actos o rituales donde se hacía uso de las campanas o campanillas, eran sustituidos por el sonido producido por un artilugio consistente en una gruesa madera con un asidero, que llevaba una especie de aldabas de grandes cajones que el hacerla girar, a derecha e izquierda, producía un estruendoso y estridente claqueteo, audible en buena parte del pueblo. Este ruidoso artilugio es…. ¡¡La Matraca!! que hasta incluso es proverbial:”¡No me des más la matraca”!,¡Y dale con la matraca!....etc..
Durante los días de silencio de las alegres campanas, las convocatorias a los feligreses para la asistencia a Misa y los Oficios se hacía a través de la matraca. Cada cuarto de hora aproximadamente antes de iniciar el acto a celebrar, salía al inicio de la calle Jeta matraca en ristre y con un enérgico movimiento de la muñeca a derecha e izquierda, hacia golpear los hierros contra unos salientes, también metálicos, que al chocar producían el característico ¡traca, traca, traca, traca…! Mientras, voz en grito, advertía con cierto sonsonete, ¡¡Primeeera!! Bajaba hasta mitad de la calle, a la altura de la tienda de Avelino, repitiendo la misma llamada. Por el callejón que comunicaba calle Jeta con la Calle Belza , pasaba a esta y repetía de nuevo el aviso , subiendo después hasta el inicio de la la calle Sacramento, justo en la puerta de la barbería ,y asi, al resto de las calles que convergían con la plaza de la iglesia ¡traca, traca…..!sin parar. Cuando acababa el recorrido del primer aviso, ya había pasado un lapsus suficiente para iniciar la segunda llamada volviendo a repetir todo el proceso . ¡Traca, traca, traca, traca,……! sin cesar, sobre el grito de ¡¡Seguuuunda!! ……… Minutos antes de empezar la misa regresaba a la iglesia después del último recorrido del toque de matraca, traca, traca,… y el grito de ¡¡Terceeeera!!........ ¡Me encantaba esta manera de llamar a misa!
Al sonido de la matraca y al anuncio vocal , todos los habitantes del pueblo calculaban el tiempo que faltaba para el comienzo del acto religioso, apresurándose o relajándose, según el número de llamadas oídas, para acudir a tiempo a la iglesia.
El silencio de las campanas se rompía en el momento que en la Misa del Sábado, el sacerdote daba el anuncio de la Resurrección del Señor iniciando el canto de –¡”Gloria in excelsis Deo”! Ese momento era muy emocionante porque, al únísono, las campanas de todas las iglesias repicaban alegremente y en el interior del templo las campanillas en la misa, con su alegre tintineo, exaltaba el momento , junto al órgano y el coro que cantaban con gran solemnidad —“Et in terra pax hominibus bone voluntatis…..” la continuación del “Gloria” iniciada por el sacerdote oficiante. Todos los crespones negros y morados desaparecían dejando al descubierto de nuevo, las imágenes que durante la cuaresma habían estado ocultas-.
Campanas y campanillas recuperada su voz, continuaban durante el resto del año, hasta la próxima Semana Santa, avisando a los filigreses con su metálico sonido, para acudir al templo, cantando,en alegre revoloteo en las fiestas y llorando, tristemente en los duelos.
Actualmente se celebra, con más lógica, la Misa de Resurrección en la madrugada del sábado a Domingo de Pascua. En aquellos años, era el sábado por la mañana y se llamaba Sábado de Gloria.


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